Venezuela ¿20 - 20?

          ¿Compartir con aquellos a los que dejaste por equis razones tiene precio?

Mi respuesta es SÍ, será siempre sí, es una inversión. Cada sacrificio, cada sudor, cada lágrima,  cada trasnocho pensando en cuánto te falta, valen las risas, las caricias de tu mamá, los abrazos de tu hermana y sentir el cachetico de tu sobrino apoyado en tu hombro confiado que custodiarás, ¡con tu vida!, su sueño.


 (El amor de mi vida)

Es extraño llegar a lo que fueron tus rutas, ver con tranquilidad lo que veías con asombro, que se te agüe el guarapo cuando ves esa montaña a la que tanto cariño le tienes, y ella ahí, esperando paciente el regreso, la pachaMAMA. Todas las mamás están iguales.



(Olvidando problemas, solo disfrutándolo)

Venezuela 20 - 20 es lo que se vive por mi pueblo, ¿ven el juego? 2020, 20-20, bueno, continúo. Los dólares se dejan ver sin miedo a ser robados, los bolívares reconocen ser un mal necesario y los euros a veces se ponen a la altura de Washintong. Quedé loca cuando fuimos a hacer mercado y todo el mundo preguntaba: ¿ a cuanto estás recibiendo el dolar?, respondían y la gente iniciaba sus compras, ojo, en mercado y en supermercado. 

Siento que nos quitamos las caretas y las cosas simulan funcionar mejor, no hay variedad de frutas, algunos lugares tienen los vegetales marchitos o son pequeñitos, el internet es lento y a veces se va, los tanques de agua son un bien preciado y la tecnología es limitada, no hay variedad (salvo que compres por internet). Vi, sentí que queda gente atrapada, el techo se puso alto, se volvió más  difícil tapar el hueco, el hambre de los que no pueden conseguir verdes.



(Mi gordis preciosa, mi mami. Parque Aquiles Nazoa)

Los bodegones se volvieron el cielo de los que desean algo especial, algo importado. Todo el mundo habla  en dólares, desde un toldo en la playa hasta un televisor o un apartamento. Siento que es una nueva forma de respirar, buena o mala da oxígeno a los que están, a los que se mantienen. No hay muchos restaurantes nuevos, la vida se restringió a paredes, parques, clubes, centros comerciales,  menos paseo a pie,  boulevares, menos exteriores. El metro se volvió imposible (es gratis) y los buses cobran más de tres mil el pasaje.


Pero yo insisto queriendo ver lo bueno del lado oscuro, su gente, su gente sigue con una energía que me infla los cachetes cuando la recibo. Amabilidad, sonrisa y paciencia (ojo, no todos. Recuerden cuando digo que las crisis sacan lo peor o lo mejor). Aquí voy con algunos ejemplos:




El señor de las frutas  habló conmigo muy educadamente por cómo llamaba a la ushuva (aguaymanto) nos dio mandarina para ir comiendo, el de los vegetales me hizo soltar carcajadas al ver su rostro después de pedirle que redondeara 150 mil a 50 mil jajajaja, luego todos reímos. En un supermercado hice cola para ver el precio de un producto, era como pararse frente a un juez sabiendo que eres culpable:

Un señor pasa y dice, naguará, hay más cola pa' ver el precio que pa' pagar.

Un chico pasa frente al juez electrónico -  ¿70 mil este limpiador? No vale, 'tan locos- Todos ríen.

Delante de mi una señora con una bolsa de perrarina me ve y dice sonriendo.

- Yo no sé si quiera saber cuánto vale esto ... ¡Un millón!- Dejando la bolsa en el anaquel - ,no vale chico.

- Yo coloco el azúcar y me dicen, está barata, ¿dónde la agarraste? - La cola desaparece.

Dirán, esto no tiene nada alegre, pero es la amabilidad, es ese calor que sale honesto de la gente, esa empatía que no dejo de admirar. Una de las razones por las que me fui de Venezuela fue porque eso se estaba perdiendo, en el metro vi, más de una vez, personas caerse a golpes. Sentía, pensaba, nosotros no somos así, tan hostiles. Me daba mucha tristeza verlo. Creo que la gente estaba harta, cansada, cargada de mala vibra presidencial.

(Con mi hermana en Sabas Nieves)

Todo esto es desde mi experiencia, desde lo que vi. Me sentí plena por tener el amor de tres sentado aladito, por despertar con ese verde y las guacharacas, pero a veces me sentí extraña en mi tierra. Extrañé mi ritmo en Perú, mis rutinas, mi fruta. Me sentí mal por pensar en eso, pero ahora me doy cuenta que cuando partes de tu pueblo la vida continúa para ambos. Todo avanza, nada espera. Ahora entiendo ese limbo en el que se encontraban mis padres al ser peruanos y sentirse venezolanos, al ser venezolanos y sentirse peruanos.


(Ven que es puro verde aquí)

Qué les puedo decir de Ella, sigue hermosa muchachos, sigue con su pocotón de monte, a donde veas el verde es el color dominante. Dónde te coloques el sol te va a iluminar, por donde camines, fresco vas a respirar y por sobre todo y hermosamente arrullador la lluvia hace presencia en la madrugada o en la tarde. La orquesta se deja escuchar. La caída de gotas en las hojas, ese riito que se forma y suena al avanzar, el golpe en las ventanas por la insistensia de querer entrar ( cuando llueve ventanao jaja) y ese olor a tierra. 



(Esta foto me gusta porque yo no me veo, no soy la protagonista. 
Yo escribo, pero el que habla es mi corazón)

¿Todavía dudas si vale la pena?

Fui a visitar a mi gente, a mis memorias, a mi tierra.

Besos.

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